​Una ministra estigmatizada

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YASMIN ESQUIVEL.

Alejo Sánchez Cano

El escándalo de la ministra Yasmín Esquivel por el plagio de su tesis ha llegado a una encrucijada que impide proceder en su contra, ya sea con el retiro de su cédula profesional y del título universitario, además del cargo, porque dicen las instituciones involucradas que existe un vacío legal para proceder en consecuencia.

En estricto sentido, resulta un tanto irrelevante castigar a la infractora con una medida punitiva, cuando la sociedad y los principales colegios de abogados del país han criticado el plagio, no solo por tratarse de un miembro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino por las consecuencias derivadas en la comunidad universitaria que tiene como uno de sus objetivos, titularse cumpliendo con todas las exigencias que marcan las escuelas de estudios superiores y más la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que es una de las que exigen más requisitos para alcanzar el anhelado sueño.

La defensa que ha pretendido hacer el presidente López Obrador de la ministra es absurda y carente de fundamentos legales y éticos, amén de buscar victimizarla al ser atacada por la “mafia conservadora”.

Podrán decir misa, pero la ministra ya porta el estigma de manejarse en el ámbito de la ilegalidad y la chapucería.

Dicen los especialistas en derecho que en todos los asuntos del supremo tribunal en donde intervenga, serán altamente cuestionables y quedarán sin efecto en virtud de que, técnicamente, al reconocer la UNAM el plagio, la señora ministra no califica para ser abogada.

Más allá de los temas legales y sus consecuencias jurídicas, está el hecho que con el paso del tiempo se habrá quedado registrado el proceder de Yasmín Esquivel en tratar de justificar lo injustificable, el plagio de su tesis, para proceder a presentar su examen profesional que la acreditó como licenciada en Derecho.

El síndrome de los servidores públicos bisoños e inmaduros, es que se suben a un ladrillo y se marean o que creen que van a permanecer en el cargo toda la vida.

En democracia las victorias y derrotas no son para siempre, al igual la permanencia de los funcionarios, muchos de los cuales dejarán de prestar sus “valiosos servicios a la nación” el 30 de septiembre del 2024 y otros, como la ministra cuestionada, pasarán todavía más años, pero al final del día dejarán de “mamar de la ubre oficial”.

Para los egresados de las universidades, sobre todo de la UNAM, es una afrenta que haya saltado a la luz pública el plagio de una tesis y sobre todo, por tratarse de una ministra que debe ser un modelo de conducta y de comportamiento moral y ético, tanto en su proceder profesional como en su vida personal.

Hay miles de estudiantes de educación superior que no se han titulado precisamente por carecer de su tesis profesional, por ello, la UNAM y la mayoría de las universidades en el país, le ofrecen otras opciones como cursar un diplomado o algunas materias extras para solventar este requisito indispensable y presentarse ante los sinodales que verifican la capacidad académica del postulante.

Tenemos conocidos que logran a los 50 años o más de edad, cubrir con el requisito de la tesis, de los idiomas y del examen profesional para titularse en la Máxima Casa de Estudios.

Ya que estamos en los terrenos de los requisitos exigidos para titularse por la UNAM, también hay que poner en el tintero que muchas universidades privadas, ni siquiera exigen a sus alumnos el examen profesional y menos la tesis o los idiomas, por lo que es momento de que la Secretaría de Educación Pública, en donde cobra como titular la maestra Leticia Ramírez, se apreste a darle un apretoncito de tuercas a esas instituciones académicas para que se apliquen en preparar mejor a sus egresados, en lugar de solo preocuparse por el negocio.

Por desgracia, muchas familias que tienen los recursos monetarios suficientes, meten a sus hijos a universidades privadas que tienen fama y prestigio, pero que son muy laxas en cuanto a los requisitos para alcanzar la titulación. A esas universidades las mueve el interés por ‘el billete’, ya que cobran hasta por otorgar el título, aunque el estudiante haya cumplido con todos los trámites académicos exigidos.

Un título universitario exige probidad, credibilidad, capacidad profesional, principios morales y éticos, empero, en la práctica cuántos profesionistas se pasan por el arco del triunfo estos requisitos y van por la vida transando a sus clientes o a sus patrones o a quienes confiaron en ellos.

Veremos en el futuro qué tanto más sale a la luz en la carrera de un personaje público, que comenzó su periplo profesional con el plagio de su tesis y luego continuó con una montaña de mentiras para justificar lo injustificable.


Fuente: El Financiero


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