Aunque han vivido años de carencias y meses de problemas para migrar a Estados
Unidos, el camino para los migrantes en comienza al recibir su permiso temporal.
Este albergue es considerado un nuevo punto de partida para los migrantes que logran ingresar a estados Unidos. (Foto: Rafael Montiel)
Texto: David Santiago /Fotos: Rafa Montiel /
El Paso, TX. sábado 13 mayo, 2023. Para los migrantes de centro y sudamerica que ya se encuentran en Estados Unidos, el albergue de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en El Paso, Texas se convirtió en un Oasis entre las inclemencias padecidas durante su trayecto a este punto y el viaje que están por empezar al internarse en este país.
Ubicado a un par de cuadras de la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, el albergue recibe al día a cerca de 200 migrantes que son aceptados en calidad de refugiados y, aunque ya recibieron su documentación por parte de las autoridades migratorias estadounidenses, se enfrentan a un camino por recorrer sin dinero y sin formar de comunicarse.
El albergue brinda un espacio temporal para dormir, asearse e incluso atención médica porque la mayoría llega con agotamiento, estrés y hasta lesiones provocadas durante su intento por entregarse a las autoridades de Estados Unidos para iniciar su trámite de refugio.
Los migrantes reciben apoyos en las calles aledañas al albergue. (Foto: Rafael Montiel)
Empezar desde cero
Los migrantes que son aceptados en calidad de refugiados en Estados Unidos salen de la estación migratoria de El Paso, Texas, solo con la ropa que traen puesta, un documento que les expiden las autoridades de ese país y, si tienen suerte, los agentes migratorios les devuelven su teléfono celular.
Sin dinero para obtener una recarga telefónica y en muchas ocasiones sin batería en su teléfono celular, los migrantes no tienen forma de comunicarse con sus familiares para expresarles su emoción por estar en territorio estadounidense.
Alberto es un migrante venezolano que permanece en el albergue de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y, aunque ya se encuentra en Estados Unidos, no cuenta con los recursos para tomar un transporte a San Francisco, California para reunirse con sus familiares.
La única forma de resolver su necesidad consiste en pedir dinero en las calles cercanas al puente internacional «Paso del Norte» o buscar empleos temporales a cambio de unos cuantos dólares.
«Trabajo dos o tres horas al día en lo que sea, una parte la ahorro. Ayer limpié un jardín y me gané 30 dólares. Descargué después un camión y me dieron 25 dólares. Ayer ayudé en una construcción y me regalaron 50 dólares», explica.
Afirma que a ese ingreso hay que restarle el gasto de comida y recargas telefónicas para platicar con sus familiares.
Para muchos migrantes, el apoyo que reciben en el albergue de Estados Unidos les permite recuperar fuerzas para comenzar su traslado a la ciudad en donde esperan conseguir empleo. (Foto: Rafael Montiel)
En esta misma condición hay centenares de migrantes que a diario llegan a El Paso, Texas, y deben desplazarse a diferentes sitios en Florida, Nueva York, Washington y otros.
Una migrante hondureña, que decidió no revelar su nombre, viajó acompañada por su esposo y tres hijas, una de ellas menor de edad, al momento de salir de la estación migratoria, solo salió ella con su pequeña de ocho años.
Refiere que lo más difícil de su condición es viajar con sus hijas, que están expuestas a abusos y una pequeña que en el transcurso de su viaje hacia Estados Unidos enfermó de las vías respiratorias.
«No buscamos atención, nosotras buscamos cómo (curarnos). Como adultos resistimos, pero mi pequeña me preocupaba mucho» afirmó.
Dijo que llegar al albergue fue un respiro, porque ahí está en un sitio seguro donde puede dormir mientras espera a sus otros familiares con quienes perdió contacto dentro de la estación migratoria.
El oasis en Texas
Martha Ruiz es voluntaria del albergue de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, cuenta que ante la oleada de migrantes que llegaron a Estados Unidos bajo el Título 42, en diciembre de 2022, el padre Rafael García decidió habilitar una especie de bodega en un terreno contiguo para dar asilo a los migrantes cuando en ese momento había una onda gélida.
Hoy, este mismo albergue ofrece un techo en el que los migrantes pueden atajarse el sol a plomo y las temperaturas de hasta 31 grados.
«Recibimos migrantes con prioridad en mujeres con niños. Las atendemos de muchas heridas que traen, mientras se comunican con sus familiares u obtienen recursos para tomar un autobús o un tren que los lleve hacia su destino final en Estados Unidos, pero aquí pueden pasar algunos días de manera segura», afirmó.
Relata que, dentro de su voluntariado, lo más difícil que le ha tocado vivir es la atención de personas que resultan con heridas severas.
«Hay personas que llegan con los pies destrozados de la caminata; aquí se los curamos. Personas con espinas en el cuerpo por andar entre los matorrales, la semana pasada atendimos a una mujer que traía una costilla rota al pasar de bajo del muro fronterizo», explicó.
Agregó que lo más triste es atender a menores de edad que llegan con enfermedades respiratorias, fiebres, cuadros de deshidratación y desnutrición.
«Es una bendición que lleguen aquí porque les brindamos aunque sea un alivio antes de iniciar su camino hacia el interior de Estados Unidos», relata.
Aunque el aforo de migrantes que recibe el refugio de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús es de más de 200 personas diarias, se espera que reduzca el número en los dias siguientes con el fin del Título 42 .
Fuente: Expansión Política
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