Juan Carlos, el escritor
Un hijo enfermo siempre será buen hijo
En una fiesta organizada en una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon.
Después de felicitar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, ese padre planteó el siguiente razonamiento:
«Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, el orden natural de las cosas alcanza la perfección».
-Mi hijo Herbert no puede aprender como otros niños lo hacen.
-No puede entender los conceptos como otros niños ¿Dónde está el orden natural de los conceptos, objetos o cosas en mi hijo?
La audiencia quedó impresionada por la pregunta.
El padre del niño continuó diciendo: «Yo creo que cuando un niño como Herbert viene al -mundo con discapacidad física y mental, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta, y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño».
Entonces contó que un día caminaba con su hijo Herbert cerca de un parque donde algunos niños jugaban baseball, Herbert le preguntó a su padre:
-«¿Papá, crees que me dejen jugar?»
Su padre sabía que a la mayoría de los niños no les gusta que alguien como Herbert juegue en su equipo, pero también entendió que si le permitían jugar, a su hijo le darían un sentido de pertenencia muy necesario y él sentiría mucha confianza de ser aceptado por otros a pesar de sus habilidades especiales.
El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó si Herbert podría jugar.
El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo: Estamos perdiendo por seis carreras y el juego esta en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena entrada.
Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camiseta del equipo mientras su padre lo contemplaba. Tenía los ojos inundados con lágrimas por la emoción que sentía de ver en el rostro de su hijo la alegría de unirse a un grupo de niños para jugar un deporte que nunca ha practicado..
Mientras Herbert se sentaba entre el grupo de los que esperaban su posibilidad de jugar, su padre lo contemplaba. Los otros chicos notaron algo muy evidente. Percibieron la felicidad del padre porque su hijo fue aceptado.
Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras pero aún estaban en desventaja por marcador de tres arriba de ellos.
Al comenzar la novena entrada, Herbert se puso un guante y jugó en el jardín derecho.
Aunque ninguna pelota llegó a Herbert, estaba extasiado solo por ser parte del juego y estar en ese momento en el campo. Sonreía de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde las graderías.
Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos «outs» y las bases llenas, la carrera para obtener el triunfo era una probabilidad y Herbert era el siguiente en batear.
Con esa oportunidad ¿dejarían a Herbert batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Para sorpresa de ambos, él y su padre, Herbert, estaba al bate.
Todos sabían que un solo «hit» era imposible porque Herbert no sabía ni cómo agarrar bien el bate, mucho menos pegarle a la bola.
Sin embargo, mientras Herbert se posaba sobre la base, el «pitcher» reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para brindarle a Herbert un gran momento en su vida. Se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suave para que Herbert pudiera al menos hacer contacto con ella.
El primer tiro llegó, Herbert abanicó con torpeza y falló.
El «pitcher» de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola con suavidad hacia el bateador.
Esta vez Herbert abanicó y golpeó la bola tan suave que ésta cayó justo enfrente del «pitcher».
En condiciones normales el juego estaba terminado. Solo faltaba que el pitcher atrapara la pelota y lo quemara o la arrojara a primera base. Podría haber terminado. El «pitcher» podría haber recogido la bola y haberla lanzado a primera base.
Herbert habría quedado fuera y ese habría sido el final del juego. Pero el «pitcher» pensó en una jugada rápida que le daría otra oportundad a Herbert. Tomó la pelota y la arrojó hacia primera base, pero muy alto sobre la cabeza del niño que cubría primera base. La pelota paso alta y siguió una trayectoria que la alejó del alcance del resto de sus compañeros de equipo.
Todos los espectadores en las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar:
-«¡Herbert! ¡Corre a primera base! ¡Corre a primera».
Nunca en su vida Herbert había corrido esa distancia, pero logró llegar a primera base. Corrió justo sobre la línea, con dificultad y con los ojos muy abiertos. Estaba excitado, muy sobresaltado.
Todos gritaban:
¡Corre a segunda! ¡Corre a segunda!
Herbert recobró algo de aliento y ahora corrió con dificultad hacia la segunda base.
Para el momento en que Herbert llegó a segunda base el niño del jardín derecho tenia la bola. Era el niño más pequeño en el equipo y sabía que tenía la oportunidad de ser el héroe del día. Sólo tendría que tirar la bola a segunda base, pero había interpretado las intenciones del «pitcher» y la tiró demasiado alto, por encima de la cabeza del niño en tercera base. Todos hicieron lo mismo. La empatía los envolvió y se inspiraron en el mismo objetivo de hacerle un buen regalo al enfermito Herbert.
La emoción de participar en el juego y saber que la victoria de su equipo está sobre su espada hizo que Herbert corriera a tercera base mientras que los corredores delante de el hicieron un circulo alrededor del «home».
Cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, todos, estaban de pie gritando ¡Corre a 'home'! ¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!
Herbert corrió al 'home'. Llegó al «home» y se detuvo sobre la base con los brazos en alto. Estaba feliz. Nunca en su vida había vivido tantas emociones. Giró la cabeza mirando a su padre mientras que los jugadores de ambos equipos lo vitoreaban y abrazaban como si hubiera sido el héroe que bateó el «grand slamy» que ganó el juego para su equipo.
«Ese día», dijo el padre con el rostro y la mirada hacia abajo: «los niños de ambos equipos se confabularon y le dieron a este mundo una muestra de verdadero amor y humanitarsmo».
Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca, haber sido el héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su madre llorar de felicidad y abrazar a su héroe del día.
Fue el dia más feliz que Herbert haya tenido en su vida.
*NOTA PARA ESTE MENSAJE:*
Nosotros mandamos cientos de bromas por correo electrónico sin pensarlo dos veces, y cuando nos llega un mensaje sobre las lecciones maravillosas de vida, la gente duda y dudamos.
Lo crudo, vulgar y a veces obsceno circula con libertad por el ciberespacio, pero las discusiones públicas sobre decencia no son estimuladas y son comúnmente suprimidas.
Si piensas reenviar este mensaje, tal vez pienses en las personas en tu libreta de contactos que no son las «apropiadas». La persona que envíó esto piensa que todos podemos hacer la diferencia y que todos son elegibles para recibirlo. Nosotros tenemos miles de oportunidades cada día para ayudar a que se realice el orden natural de las cosas, de los conceptos», de los objetos, ésta es solo una de ellas. Un sabio dijo una vez que: «Toda sociedad será juzgada por la forma que trata a los menos afortunados».
Fuente: Norte Digital Noticias
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