Tenia la seguridad que le iban a responder con amabilidad.
Yo hablo con ellas y las convenzo de que respeten los edificios. Me van a escuchar.
Dicen que con esa necedad planteó sus argumentos porque cree que en sus palabras estaba la razón que no entiende ningun grupo enardecido.
Las muchachas policías platicaron con el, no lo convencieron, pero llego uno esos polis con experiencia en desmadres como el 8M y comenzó a hablarle en el lenguaje universal que solo entienden los que no quieren bajar de la nube.
-No te metas. No te atravieses. El día es de las mujeres. Hoy es el 8M. Déjalas que se manifiesten, que expresen lo que sienten, que escriban lo que quieren. No te les atravieses porque las haces que revienten y si te agarran te dan una arrastrada por el pavimento, te llenan de garrotazos, te dejan tirado, los paramédicos te van a llevar al hospital y de ahí vas a salir en silla de ruedas o en ataúd.
El superhéroe o galán seguía obstinado:
-Es que los edificios de la UJED. Si hablo con ellas lo van a entender.
El policía le dijo otra vez.
-Ellas pintan mensajes en los edificios y esos mensajes son eliminados después con productos químicos. El gobierno y la presidencia municipal restauran los edificios. A ti, si se te ocurre atravesarte en el camino de ellas, nadie va a poder restaurarte. Te dejan tirado por la madriza que te den. Te van a dejar inservible para el resto de tu vida ¿Eso quieres?
En su charla de convencimiento y necedad estaban cuando se escucharon gritos:
-Están desmadrando la tienda Coppel.
Algunas mujeres corrían para llegar pronto al sitio donde “tenían que poner su granito de sal” con una pinta, una piedra arrojada a las ventanas para romper cristales o por lo menos rayarle la madre a la tienda.
A las cinco de la tarde del domingo la ciudad estaba sin el trafico habitual. Ya no se conseguían taxis. Los autobuses disminuyeron sus unidades de servicio y mucha gente se encerró en sus casas. Solo anduvo en la calle el trabajador y el que necesita alimentarse con los incidentes sociales para tener que contar.
El policía hizo un ademan para pedir la opinión del superhéroe que estaba obsesionado por convencer a las mujeres de que se la llevaran derechito. Con un movimiento de ambas manos, con la palma hacia arriba y un ligero movimiento de cabeza como para preguntarle
-¿Qué pensaste?
El galán solo respondió
-8M, mi capi… y se desafanó.
No se volvió a saber nada de él cuando comenzaron los gritos de las mismas nenas que quedaron atrapadas en el fuego que encendieron en el Congreso del Estado.
El populacho se desmadejó en comentarios de diversas clases para tratar de exhibirlo como inmaduro con palabras de grueso calibre. Que no entendían cómo era posible que no comprendiera que podían matarlo si causan destrozos a edificios públicos y han lesionado a quienes se interponen en su camino o trata de molestarlas.
La labor de convencimiento del policía fue eficaz porque le evitó una experiencia de sabor nada agradable al joven que se sintió cautivador, defensor social, galán, con aptitudes para desempeñar el papel de Batman y Robin, y hasta se imaginó que le iban a pedir que se tomara fotos con ellas.
Un grupo de mujeres prendió fuego a una puerta del recinto legislativo local y las llamas se extendieron a varios espacios interiores. Las mismas causantes del incendio estuvieron en peligro de morir porque el humo lleno rápido los espacio y las llamas alcanzaron muros, muebles, equipos de computo y causaron daños incalculables por las perdidas de documentos legislativos físicos y digitales.
Todavía no hay un reporte exacto del monto de los danos provocados al Poder legislativo.
No sabe de lo que se salvó ese joven impetuoso.
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