La paz en Ucrania pasa por Pekín

Pablo Hiriart destaca que a un año de la invasión rusa a Ucrania, China, uno de los últimos aliados de Rusia, haya presentado un plan para detener las agresiones.
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HIRIART PABLO

Uso de Razón


Pablo Hiriart, febrero 25, 2023

Hace un año, los jefes militares rusos tenían reservadas habitaciones en los mejores hoteles de Kiev para festejar lo que creyeron sería un triunfo aplastante en tres días, y caminarían entre vítores de la población ucraniana que los recibiría con flores.

Putin se equivocó en todo.

A un par de días de iniciada la invasión rusa a Ucrania, Estados Unidos ofreció mandar un avión a Kiev para evacuar al presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, y salvarle la vida.

Zelensky respondió: «necesito municiones, no un aventón».

Había nacido el primer líder heroico del siglo XXI, un ex comediante de televisión que entendió su papel y su momento.

David se plantó ante Goliat y un año después el oso ruso no ha conseguido ninguno de sus objetivos. Al contrario.

La guerra de Rusia no va a ninguna parte, y sin acuerdos de cese al fuego la carnicería va a seguir por años y años.

Rusia no puede ganar esa guerra porque subestimó la voluntad de los ucranianos para defender su país y su libertad, subestimó a Zelenzky, a Biden y a la OTAN.

Tampoco la va a perder. Putin tiene un arsenal de seis mil armas atómicas para desaparecernos del mapa a todos.

En el contexto de la crisis de los misiles, a comienzos de los años 60, el presidente John F. Kennedy aseguró: «no hay que llevar al adversario a elegir entre una retirada humillante y una guerra nuclear».

Más de dos décadas después, el presidente Ronald Reagan lo reiteró: «una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe dar».

Hasta ahora, Putin ha fallado en todos sus objetivos. Ucrania está unida. Los ucranianos han reafirmado su identidad nacional. El liderazgo de Estados Unidos en Europa se ha fortalecido. La OTAN, en lugar de seguir en el tobogán de la desintegración se ha reagrupado. Europa ha soportado el castigo de los altos precios del gas y ya libró el invierno. Biden ha dado cátedra como líder de Occidente, al encabezar la defensa de sus aliados sin autodestruirse con una guerra atómica.

Hasta los adversarios estadounidenses de Joe Biden comentan con respeto el valor del presidente, luego de verlo en Kiev, junto a Zelensky afuera de la iglesia de San Miguel, de pie, cuando sonaron las alarmas de ataque aéreo, porque un avión de combate ruso despegó de Bielorrusia con un misil hipersónico (característica es que se supone no puede detectar la defensa antiaérea ucraniana).

Biden no se inmutó. Putin habrá visto que subestimó al octogenario presidente. Los estadounidenses también.

Ucrania ha barrido a los invasores rusos en grandes regiones y ciudades, y ha frenado las torturas y otras formas de flagelo que infligen las tropas de Putin a la población.

Rusia no puede ganar esa guerra. Aunque, llegado el momento, Putin va a preferir la destrucción total antes que admitir una derrota humillante.

El mundo está pagando las consecuencias de esa guerra que no va a ninguna parte. No le conviene a nadie, pero Putin no va a dar marcha atrás ni los ucranianos van a renunciar a la victoria total.

Como explicó el viernes en The New York Times el profesor Sergei Radchenko, historiador de la Guerra Fría, en Ucrania se está en un escenario similar al de la guerra de Corea en 1951.

Ninguna de las partes coreanas quería poner fin a la guerra.

Pero ni China, ni Rusia (tras la muerte de Stalin) ni Estados Unidos estaban interesados en la prolongación del conflicto, que se encontraba estancado y sumaba con tres millones de muertos.

La salida fue un alto al fuego, con la división provisional del país. Y como casi todas las soluciones transitorias, ésta se transformó en permanente.

Setenta años después del armisticio, la dinastía comunista de los Kim sigue gobernando Corea del Norte, con una población hambreada, mientras Corea del Sur disfruta el progreso que le ha traído a sus habitantes el modelo democrático liberal.

Como dice el profesor Radchenko, «Seúl no ganó la guerra, pero ganó la paz».

De vuelta a Ucrania, este viernes el gobierno chino presentó un plan de paz para el conflicto. Zelensky se congratuló de que China empiece a hablar de paz.

En la ONU una abrumadora mayoría de países condenó la invasión rusa, China no votó en contra de la resolución presentada por Ucrania. Se abstuvo.

Sin duda es irritante la narrativa china de que Rusia fue obligada a invadir, o que es víctima de la presión occidental, pero no deja de ser retórica, palabras.

Solo importan los hechos: China se abstuvo de apoyar a su aliado ruso en la ONU y presentó un plan de paz.

De ninguna manera eso quiere decir que la propuesta de Xi Jinping sea la última palabra. Pero ya se empieza a hablar de paz.

La destrucción de vidas, de hogares, de infraestructura civil, del suministro de alimentos, del derecho internacional, no debe prolongarse por tiempo indefinido.

A Putin hay que darle argumentos para que firme un alto al fuego y presuma a sus gobernados que ganaron algo, aunque la derrota rusa ha sido estruendosa en los foros internacionales y en el campo de batalla.

Pekín tiene la llave.


Fuente: El Financiero

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