Perversa con cara de ángel

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Publicado en Facebook en marzo 09 del 2019


BASTA


Corrió a su madre y volvió con su verdugo


Por Alfonso BLANCO CARBAJAL

Sentada en la orilla de la banqueta gemía con llanto desgarrador por la golpiza que acababa de propinarle su cónyuge. Tenía cubierto el rostro con una pañoleta. Se ruborizaba por las marcas de la agresión en la cara. No sabía qué hacer, a donde correr ni a quién recurrir. Sus familiares la ignoraban en sus peores momentos. Solo su madre la acompañaba en sus angustias, pero no podía hacer nada. También era mujer.

Lesionada, se sentía muy abatida junto a sus dos niños. La impotencia y la angustia empeoraban sus pesadillas. Eran las tres de la mañana y los niños lloraban en coro. No la dejaban sola. Estaban con ella en los peores momentos, obligados. También estaban cansados, con sueño, hambre y angustia. Sentían mucho dolor por ver a su madre hundida en la desesperación, y con la cara, los brazos y la ropa ensangrentados.


DETENGANLOS


Sus pequeños, de uno y dos años de edad, estaban horrorizados. Su padre era el verdugo, causante de esa tragedia que alimentaba su ego machista. Agarró a golpes a su esposa como lo hacía cada vez que su madre o alguno de sus familiares le llevaba una intriga nueva contra su cónyuge. No maduraba todavía y actuaba como un hijo de mami y de papi. Era un hijo de su… Le gustaba ser el protagonista de su propio «reality show» que presentaba con cierta frecuencia.

Su patrón de torturas tenía la misma identidad. Procuraba torturar a su familia entre la 1:00 y las 5:00 de la mañana. A su esposa con golpes y a sus hijos con desprecio e indiferencia. Agarró la costumbre de agredirla, arrojarla a la calle, salir de la casa, cerrar la puerta con llave y desaparecer varios días. Estaba trastornado.


VICTIMA DE PADRASTRO

Ese niño fue golpeado por su padrastro porque no sabía leer


La escena del momento era desgarradora. Esa muchacha tenía la mirada perdida. La angustia y los golpes la arrollaban con frecuencia y en ese instante solo se desahogaba en llanto. Su marido la agredía, la arrojaba a la calle y, junto con ella echaba a sus dos niños, sin tomar en cuenta la hora, las edades de los pequeños ni las circunstancias. Si llovía o la temperatura era gélida le valía madre. Arrojaba a la calle a su familia porque así demostraba que tenía autoridad y que él era el rey.

Lo triste de ese caso radicaba en que ella tenía muchos hermanos, pero todos vivían en la era cuaternaria y su mente compaginaba con la costumbre cavernícola de golpear y arrastrar del cabello a la mujer.


NO LES PEGUEN


Alguien que no razona, como los golpeadores de mujeres, nunca va a entender ni a saber si los demás tienen necesidades y solo piensa en asegurar su satisfacción personal. Los demás que se rasquen con sus uñas, como le hacía su esposa junto con sus hijos en cada episodio violento de esa novela que él escribía con la pluma de su vida deplorable, pero con la tinta roja que extraía a madrazos de su compañera y las tristezas que provocaba a sus niños.

De los vecinos que se enteraban del incidente, alguno informaba a una amiga y su esposo, que nunca la abandonaban cuando su marido la agarraba de «sparring». Ese matrimonio pasaba siempre a recogerla con sus hijos abandonados en la calle, pero de los familiares ninguno entraba en su defensa. Era un cuento de nunca acabar. Todos sus hermanos estaban marcados con la etiqueta del egoísmo, del pendejismo y del machismo.

-«Es su pedo», decían. Es verdad, así lo decían. Otros familiares en segunda línea opinaban igual.


ALTO

Ella esperaba que le ayudaran en el peor de sus momentos, con los labios reventados por los golpes, los ojos y los pómulos inflamados por los puñetazos, los brazos y las piernas marcados por las agresiones, no por las caricias, y el llanto sensible causado por los efectos de ese salvajismo. Su desventaja, en su enfrentamiento con su cónyuge, consistía en ser mujer y no saber esquivar los madrazos que le tiraba ese «ogt».

De cualquier manera, su inferioridad era mayor porque entre sus hermanos no había uno que le hiciera honor a los pantalones que vestía. Los traían bien puestos, pero de adorno. Eran «machos» a medias, de esos que no entraban en su defensa porque argumentaban que «tal vez lo ofendió», «algo le hiciste», «es tu esposo», «quizás tiene razón», «lo hace por tu bien». No iban a ayudarla, solo a justificar su pasividad, su cobardía ¡Pendejos!


VIOLENCIA DOMESTICA


-Qué razón ni qué la chingada, expresó furiosa una vecina que escuchó los argumentos «culebroides» de los hermanos de esa muchacha. Le prendieron un cohete a la señora, como si hubieran agredido a su hija, la menor de su familia, formada por otros tres varones.

-¿Ustedes son culos. Solo por eso deberían haber sido viejas para que les dieran una chinga como a ella. Despierten. No se hagan pendejos ¿O le tienen miedo a ese baboso? No parecen hermanos de esta muchacha ¿Qué no sienten dolor ni rabia de ver las condiciones en que la dejó ese hijo de la chingada? Se luce cada vez que quiere y nadie viene a ayudarle. Bola de culeros ¡Grrrrrrr¡ Si yo fuera hombre les pondría una putiza a todos ustedes por «ogts». Para qué quiere uno hermanos culeros. Mejor que se los lleve la chingada, vociferaba rabiosa la señora. Estaba más herida que los consanguíneos de la agredida.

Luego se ofreció a auxiliarla y le prometió que pediría a uno de sus tres hermanos, que eran abogados, que la asesoraran para «poner en su lugar al valentón» que no estaba dispuesto a renunciar a sus prácticas de box con su compañera.

NO A LA VIOLENCIA

La señora describió a los hermanos de la muchacha lesionada como auténticos imitadores del cobarde del condado; buenos para nada, maricones inútiles, y al agresor lo clasificó como «un putito que se quedó con ganas de ser mujer porque no llegó puntual al reparto de hombría». La defensa que no tuvo con sus hermanos ni otros familiares la recibió de esa señora que la defendió como fiera.

Esas madrizas constantes atrajeron el auxilio de ese ángel de la guarda oportuno que le ayudó a encarcelar al marido y a ablandarlo, a obligarlo a bajar la guardia y hacerle creer que ella en serio estaba decidida «a llegar a las últimas consecuencias», como se adornan en política.

-Mira mija, le dijo a la muchacha, que no dejaba de llorar en una forma impresionante, con mucho dolor. He visto que ese cabrón te ha golpeado muchas veces y vuelves otra vez con él. Me comprometo a ayudarte hasta donde sea posible para que te quites esa pesadilla y lo mandes a chingar a su madre, pero necesito que estés segura y dispuesta, porque si titubeas te dejo sola para que te acabe de dar en la madre ¿Qué respondes?

-Decidida y animada estoy desde un principio, pero mis hermanos dicen que él está en su derecho de golpearme por ser hombre, que nadie me va a ayudar. Ya no quiero vivir con él. Es un infierno.


CONFLICTOS


-Prepárate. Entra a mi casa. Acuesta a los niños. Ahorita le digo a mi hija que se haga cargo de ellos. Tú y yo vamos a la Cruz Roja para que te atiendan y en la mañana vamos al despacho de mis hermanos. Ahí nos va a esperar uno de ellos para asesorarte y preparar la denuncia. Ya platiqué por teléfono con él.

En la mañana, frente al agente del ministerio público, la muchacha sabía que iban por la «consignación», la vinculación a proceso o lo que fuera, pero que lo detuvieran y lo encerraran. Estaba decidida a hacerlo carnitas. Al mismo tiempo, en otra de las agencias del ministerio público se escuchaban los gritos de una muchacha que en ese momento el agente del ministerio le comunicó que iba a ser despojada de la patria potestad de sus niños. No hay palabras para describir esas escenas inenarrables al recibir la advertencia frente al marido, también agresor frecuente, que saboreaba su triunfo sobre su víctima, muy sonriente. La joven se veía en muy malas condiciones físicas y morales. Esas escenas se ven con frecuencia.

En cuanto al angelito central de este escrito, no se regeneró por completo. Volvió con ella y se reincorporó a su familia, pero a medias.

Contenta por los resultados de esas desavenencias, su madre viuda se tranquilizó, pero un mal siempre llega acompañado con roña.


GRITOS


Se presentó la prueba de fuego para esa muchacha que fue agredida en reiteradas ocasiones. Ahora, su madre se sentía mejor y creía que podía visitarla para verla y ver a los nietos. Le pidió ayuda. Quería vivir con ella. Fue aceptada dos meses y, al tercero, la hija le expresó su nueva postura.

-«Te vas». Ya no puedes quedarte. Él no quiere que estés aquí.

Herida, la madre aceptó el rechazo de esa hija que le dio mayor valor a su sayón que a su progenitora. La respaldaba cada vez que él la estrellaba contra la pared, no contra las cuerdas, y se encontraba en condiciones lamentables por los tratos de su azotador, Ahora, para ella es un supuesto marido ejemplar frente a las nuevas amistades y merecía una oportunidad. Hija de su…

La madre no reclamó. Aceptó la decisión de su hija aunque sabía que solo quería sacudírsela, quitársela de encima y arrojarla a la calle. No tuvo la oportunidad de salirse mientras fuera querida. Fue corrida.

Ahora viene lo sorprendente, lejos de aquellos años aciagos. Esa malagradecida con su madre, difunde en las redes sociales el falso amor que siente por su progenitora. A nadie le dice que la corrió de su casa y que poco después murió tal vez por la angustia de haber sido tratada como un objeto desechable, como basura.

Publica en Facebook fotografías con ella. Sostiene que es un honor y una satisfacción envidiable saber que su mamá es «la mejor madre del mundo», «besos hasta el cielo», «estoy orgullosa de mi madre», y muchas expresiones hipócritas que provocan repugnancia en quienes saben su pasado y su presente e infieren su futuro.

La madre enfermó ese mismo año. Comentaron que no soportó el rechazo de la que fue su hija consentida entre todo el montón de gañanes que se convirtieron los demás hijos, y se fue de ese mundo.

En cuanto a su relación matrimonial, la ingrata abusa en sus presunciones de buen entendimiento, presume supuesta armonía conyugal, coparticipación comprensiva, y la divulga como ejemplo de su nueva expresión religiosa, una secta protestante donde dice que «encontró la luz» porque no la percibió en su creencia anterior.

Por conveniencia «cree» que con su apostasía acabó sus problemas conyugales. Ambos, ella y su esposo caminan por rumbos diferentes y presumen que han conservado su matrimonio «con la iluminación» de su nueva creencia.

Pero como dijeron sus hermanos en el momento que el cuñado la golpeaba:

-«Es su pedo»

Lo malo de todo es que sus familiares, incluidos los «hermanos ‘leros», los consideran unos bellos ejemplares, dignos de imitar, y creen que merecen admiración y respeto.

En cambio, su amiga, que junto con su esposo la auxiliaban en las golpizas constantes, reaccionó indignada y le reclamó furiosa por el comportamiento hacia su madre, la increpó y le comunicó que ya no le agradaba su amistad por traidora y malagradecida.

-Si corriste a tu madre, a mí me mandas a la chingada más fácil si me ves jodida como ves a tu mamá. No deseo volver a tener trato contigo. No vuelvas a hablarme. De ahora en adelante arréglatelas como puedas. Ya no cuentes conmigo, le gritó su ahora examiga.

La señora que la ayudó con asesoría legal se decepcionó, pero no le reclamó, solo la increpó con un verbo, un artículo indeterminado, un adjetivo y un sustantivo:

-Eres una mala hija.

No hubo respuestas. El cinismo, la desvergüenza y la hipocresía siguieron su camino en esa muchacha que en sus peores momentos inspiraba ternura, compasión y partía el alma verla sentada y golpeada en el borde de la banqueta. Su humildad era superficial y postiza.

¡Que cabrona! Tenía dos caras.


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Las fotografías fueron tomadas del internet para ilustrar la narración y brindar

adhesión con las mujeres y los hijos que son víctimas de la violencia doméstica.

ABC

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